Hoy he sentido el dolor de una amiga, su padre ha
decidido irse de esta vida. Justo me ha llegado este articulo, para toda la
familia de esta sonriente amiga quiero dedicar esta entrada, respetemos a los
demás, aunque duela, un abrazo.
El
respeto al proceso consciencial de los demás, también de los seres queridos
1. Estados de consciencia
Cada ser humano y en cada momento de su vida se halla en un estado de
consciencia determinado, cada uno el suyo.
El estado de consciencia configura y engloba: la manera en la que cada
cual se ve a sí mismo, a todo lo que le rodea, al mundo, al Cosmos y la Creación y a la Divinidad; la forma de
contemplar, entender e interpretar tanto la vida como el tránsito que la Humanidad aún llama
muerte; y la escala de valores, las pautas vitales y las prioridades y preferencias
con las que cada uno experiencia el día a día y la vida cotidiana.
El estado de consciencia no es estático, sino evolutivo. Y suele variar a
lo largo del tiempo, sean días, semanas, meses, años, lustros o décadas. La
experiencia humana pone de manifiesto que, con el devenir de las experiencias,
vamos observando, mirando y entendiendo al mundo y a nosotros mismos de
diferentes modos; es decir: desde distintos estados de consciencia. Y cada uno
de ellos goza de una determinada frecuencia vibracional que puede oscilar,
expresado coloquial y sintéticamente, en clave de más o menos apego a lo
material, de mayor o menor armonía y paz,… de más o menos Amor.
La llamada “dinámica consciencial” explica estas variaciones en el estado
de consciencia y en su gradación vibratoria. Tal dinámica halla su base en el
hecho de que, en cada estado de consciencia concreto, vivimos experiencias
(sean sentidas como “gozosas” o cual “noches oscuras”, que suelen irse
alternando ondularmente) que tienden a ir modificando nuestra visión de las
cosas y a transformar nuestro estado consciencial y, por ende, la frecuencia
con la que interiormente vibramos. Curiosamente, uno mismo, los otros y el
mundo no serán en sentido estricto diferentes, pero en función del estado de
consciencia, los contemplaremos de modo muy distinto.
2. Reencarnación
Antes de nacer en cada nueva vida física, tenemos (en nuestra dimensión
álmica) un estado de consciencia resultado de las existencias y experiencias de
vidas anteriores.
El cuerpo y el entorno en el que volvemos a nacer (el “yo y mis
circunstancias” de los que habló Ortega y Gasset) contarán con el perfil
energético y vibratorio pertinente para, a partir de ese estado de consciencia
“pre-natal”, desarrollar la aludida dinámica consciencial en la nueva vida.
Esto es: vivenciar nuevas experiencias que nos posibilitarán la evolución del
grado consciencial, accediendo a un nuevo estado de consciencia. Durante una
misma vida física el proceso de transformación del estado consciencial puede
repetirse “n” veces, sin que exista una regla fija, pues depende de cada uno y
su respectiva toma de consciencia en la sucesión de experiencias.
Como consecuencia de todo ello, en el momento del tránsito (“muerte”)
disfrutaremos de un determinado estado de consciencia, con su correspondiente
gradación o frecuencia vibracional. Este será el punto de partida en nuestra
siguiente vida física y definirá el perfil del cuerpo, la vida y el entorno en
el que nos volveremos a encarnar.
3. Factores estrictamente interiores
El
estado de consciencia y su vibración y las posibles variaciones en el mismo
responden a factores estrictamente interiores.
Ciertamente, las experiencias vitales se despliegan en el mundo exterior,
pero el cómo las contemplamos, vivenciamos y, finalmente, las hacemos nuestras,
se relaciona con el interior de cada cual. Y desde el interior, moldeamos,
realizamos y creamos el mundo exterior, en general, y nuestra propia vida, en
particular.
Por ello, la base de la evolución es puramente interior. Sin embargo,
acostumbramos a creer que el mundo exterior y nuestra vida se mueven bajo el
impacto de cambios exteriores. Comprender la falacia de esto e interiorizar la
dimensión interior del proceso evolutivo, en todos los niveles y escalas de la Creación, representa la
plasmación de una nueva visión de la
Vida y la existencia y el arranque del despertar consciencial
del ser humano.
4. Diversidad consciencial
Con el telón de fondo de todo lo hasta aquí enunciado, los estados y procesos
conscienciales que las personas viven y experimentan en el aquí y ahora no se
caracterizan por su homogeneidad, sino, al contrario, por su gran diversidad.
Desde el punto de vista espiritual, todos los hombres y mujeres gozan de
la misma “naturaleza esencial”, que es divina. Y desde el físico-material o
corpóreo-mental, todos tienen idénticos derechos inalienables y dignidad. Sin
embargo, no perciben el mundo que les rodea y a ellos mismos de manera similar,
ni han desarrollado idénticas convicciones, certidumbres, etcétera.
Esto
obedece a que, al hilo de lo ya expresado, los seres humanos no experimentan un
nivel de consciencia análogo, sino que hay muchos niveles posibles a la hora de
contemplar y crear la “realidad”. Y cada persona hace suyo y despliega el que,
en libre albedrío, estima oportuno.
Ningún nivel es ni “mejor” ni “peor” que los demás, sino que cada uno se
ajusta y corresponde a la etapa del proceso evolutivo en el que cada ser humano
se halla. Lo que está ligado, a su vez, al grado de asimilación e
interiorización consciencial obtenido de las experiencias vividas y acumuladas
tanto en esta vida física como a lo largo de la cadena de vidas o
“reencarnaciones” que configura la encarnación de cada cual, de su dimensión
espiritual, en el plano humano.
Y esto no es sólo así con relación a la Humanidad, sino que
sucede en el marco de la infinidad de modalidades y formas de vida y existencia
que en la
Creaciónbullen y se desenvuelven, con las particularidades
específicas de cada caso, que varían enormemente, sobremanera en función del
plano y la Dimensión
en la que se inscriben.
5. El libre albedrío es fruto del Amor
La
aludida diversidad de los estados y procesos conscienciales no es una anomalía
de la Creación,
sino que forma parte del Milagro que la configura y constituye. No en balde, en
ella todo fluye, refluye y confluye en el Amor. Y la diversidad consciencial
deriva del libre albedrío, que es, a su vez, fruto de ese Amor que llena,
expande y colma la Creación:
sin Amor no existiría el libre albedrío; y sin este no habría diversidad
consciencial.
Por
tanto, la diversidad de estados conscienciales no es un error, sino algo
sublime y maravilloso que hace factible que la Creación –Vida y Consciencia-
evolucione y se expanda por derroteros espectaculares e inimaginables en un
contexto de “dirección obligatoria” –que iría asociada a la ausencia de Amor-.
Por lo
mismo, ante tan prodigiosa diversidad consciencial, lo natural es la Aceptación. Y el más
absoluto respeto al proceso evolutivo –consciencial, espiritual- de cada cual y
a las experiencias que, dentro de ese proceso y en cada etapa del mismo, se han
de vivenciar. No un respeto frío, distante o displicente, sino cálido, acogedor
y lleno de Amor.
De hecho, como ya se ha resaltado, el Amor es la fuente de tanta
diversidad al ser el origen y el sostén del libre albedrío. Y la Aceptación y el respeto
son las actitudes naturales con la que contemplar y vivenciar la diversidad
consciencial y la variedad de los estados y procesos conscienciales de uno
mismo –en la particular evolución de cada cual- y de los demás, también de los
seres queridos.
6. Mantener el Corazón abierto hacia las personas cercanas
Los
seres queridos y las personas que nos resultan más próximas y cercanas no están
en nuestra vida por casualidad, sino que la propia Vida y la Providencia –nuestro
“verdadero ser” en acción- las han puesto delante nuestra y a nuestro lado con
un porqué y un para qué. Incluso es frecuente que la cercanía en la vida física
responda a pactos efectuados en el otro plano antes de la encarnación (“Pactos
de Amor entre las Almas”, etcétera).
Pues
bien, en el marco de ese porque y para qué se enmarca y juega su papel el
estado de consciencia de cada ser querido o persona próxima –que es
consecuencia de la propia evolución y dinámica consciencial de cada uno de
ellos-. Tal estado de consciencia es desde el que se relacionan con nosotros en
cada momento. Y es precisamente el que necesitamos que interaccione con el
nuestro para poder vivir las experiencias ajustadas a nuestro estado y proceso
consciencial.
Por esto, hacia lo seres queridos y la gente cercana debemos mantener el
Corazón muy abierto, estando atentos a sus emociones y sentimientos y
permaneciendo en disposición de acompañamiento, sin enjuiciar nunca y aceptando
siempre sus procesos conscienciales y sus comportamientos, pues son los que, al
interactuar con nosotros, coadyuvarán a que podamos vivir las experiencias
coherentes con nuestro propio estado consciencial, impulsando así la evolución
mutua, cada cual la suya, ninguna mejor que otra.
Por
tanto, si los seres queridos no sienten lo que tú y viven un estado
consciencial distinto al tuyo, no te incomodes, ni exasperes, ni frustres.
Simplemente, en el día a día, actúa exactamente de acuerdo con lo que tú
percibes y afirmas ser. La
Consciencia, para que sea tal, es Coherencia: que tu conducta
ante ellos sea fiel reflejo de lo que emana de tu intimidad sagrada y nunca un
intento de interferir o alterar sus procesos conscienciales.
7. “Vivir Viviendo” y Acompañamiento
No pretendas que nada ni nadie “cambie”. Todo se halla en Evolución veloz
y constante, por lo que basta con fluir con Confianza y Amor. Y en la Evolución se inscribe el
proceso evolutivo y consciencial de cada cual. Y, tanto en la Evolución como en cada
proceso consciencial, todo tiene su porqué y su para qué.
Tampoco persigas “ayudar” a nadie. Comprende e interioriza la enorme
carga de vanidad que supone querer imponer a los otros lo que tu consideras
“bueno”, “correcto” o “adecuado”, sin percatarte de que cada cual está en su
proceso y viviendo las experiencias a él ajustadas.
Tu miedo y tu vanidad son los que provocan tu deseo o necesidad de
“ayudar” o de “cambiar”, cayendo en la ignorancia y sucumbiendo en la
petulancia de pretender incidir o interferir en un Milagro –la Vidaen su totalidad e
integridad- donde todo, sin excepción, fluye, refluye y confluye en el Amor de
cuanto Es y Acontece.
Lejos de diatribas mentales y anhelos egoicos, goza del “Vivir Viviendo”
de instante en instante, lo más centrado posible en tu “verdadero ser” y
“naturaleza esencial” y divinal, con Confianza en la Providencia y en la Vida y en Frecuencia de Amor.
Y en
ese “Vivir Viviendo”, comparte con entusiasmo tus dones y talentos y lo que
emana de tu interior -sin buscar resultados y sin querer convencer a nadie de
nada- y practica el Acompañamiento: acompaña en el aquí y ahora, con Amor y en
el Amor, a tus seres queridos y a todos tus congéneres; y siéntete acompañado
por ellos, cada uno en su estado consciencial y momento evolutivo, ninguno
“mejor” o “peor, “superior” o “inferior” que otro.
El
Acompañamiento requiere respeto absoluto al otro y Aceptación plena de su
proceso y de las experiencias que en él vivencia. Y el Acompañamiento se
desarrolla poniéndose en el lugar del otro, para compartir lo que siente
(“Compasión”), y desde la
Escucha del otro, no desde el “hablar” (decirle o desear
“enseñarle” algo), lo que exige Paz, Armonía, Silencio interior y mucho, mucho
Amor.