Comparto
este texto que me encantó… es hermoso sobre todo para nuestro niño interior que
esta atiborrado de cosas, actividades, maquinitas, velocidad. Si cambiamos
nosotros... nuestros niños lo verán en sus padres, maestros, amigos o tíos…
LOS CUATRO EXCESOS DE LA EDUCACIÓN MODERNA QUE TRASTORNAN A LOS NIÑOS
“Cuando nuestros abuelos eran pequeños, tenían
solo un abrigo para el invierno. ¡Solo uno! En aquella época de vacas flacas,
incluso tener un abrigo se consideraba un lujo. Por eso, los niños lo cuidaban
como un bien precioso. En aquellos tiempos se solía tener lo mínimo indispensable.
Y los niños eran conscientes del valor y la importancia de sus cosas.
Mucha agua ha corrido bajo el puente desde
entonces y nos hemos convertido en personas más sofisticadas. Nos gusta tener
muchas opciones e intentamos que nuestros hijos tengan todo lo que desean y, si
es posible, mucho más. Sin embargo, no nos damos cuanta de que al mimarles
excesivamente contribuimos a crear un ambiente en el que pueden proliferar los
trastornos mentales.
De hecho, se ha demostrado que un exceso de estrés
durante la infancia aumenta las probabilidades de que los niños desarrollen
problemas psicológicos. Así, un niño sistemático puede ser empujado a
desarrollar un comportamiento obsesivo y un pequeño soñador puede perder su
capacidad para concentrarse.
En este sentido, Kim Payne, profesor y orientador
estadounidense, llevó a cabo un experimento muy interesante en el cual
simplificaron la vida de los niños diagnosticados con un Trastorno por Déficit
de Atención e Hiperactividad. Al cabo de tan solo cuatro meses, el 68% de estos
pequeños habían pasado de ser disfuncionales a ser clínicamente funcionales.
Además, mostraron un aumento del 37% en sus aptitudes académicas y cognitivas,
un efecto que no pudo igualar el medicamento más prescrito para este trastorno,
el Ritalin.
Estos resultados son, en parte, extremadamente
reveladores y, por otra parte, también son ligeramente atemorizantes ya que nos
hace preguntarnos si realmente les estamos proporcionando a nuestros hijos un
entorno sano desde el punto de vista mental y emocional.
¿Qué estamos haciendo mal y cómo podemos
arreglarlo?
¿Cuándo mucho se convierte en demasiado?
A inicios de su carrera, este profesor trabajó
como voluntario en los campos de refugiados, donde tuvo que lidiar con niños
que sufrían estrés postraumático. Payne apreció que estos niños se mostraban
nerviosos, hiperactivos y continuamente expectantes, como si algo malo fuera a
pasar de un momento a otro. También eran extremadamente cautelosos ante la
novedad, como si hubieran perdido esa curiosidad innata de los niños.
Años más tarde, Payne apreció que muchos de los
niños que necesitaban su ayuda mostraban los mismos comportamientos que los
pequeños que provenían de países en guerra. Sin embargo, lo extraño es que
estos niños vivían en Inglaterra, por lo que su entorno era completamente
seguro. Entonces, ¿por qué mostraran síntomas típicos del estrés postraumático?
Payne piensa que aunque los niños de nuestra
sociedad están seguros desde el punto de vista físico, mentalmente están
viviendo en un entorno similar al que se produce en las zonas de conflictos
armados, como si su vida peligrara. Estar expuestos a demasiados estímulos
provoca un estrés que se va acumulando y obliga a los niños a desarrollar
estrategias para sentirse a salvo.
De hecho, los niños de hoy están expuestos a un
flujo constante de información que no son capaces de procesar. Se ven obligados
a crecer deprisa ya que los adultos colocan demasiadas expectativas sobre
ellos, haciendo que asuman roles que en realidad no les corresponden. De esta
manera, el inmaduro cerebro de los niños es incapaz de seguir el ritmo que
impone la nueva educación, y se produce un gran estrés, con las consecuencias
negativas que este provoca.
Los cuatro pilares del exceso
Como padres, normalmente queremos darle lo mejor a
nuestros hijos. Y pensamos que si un poco está bien, más será mejor. Por eso,
ponemos en práctica un modelo de hiperpaternidad, nos hemos convertido en padres
helicóptero que obligan a sus hijos a participar en una infinidad de
actividades que, supuestamente, les preparan para la vida.
Por si no fuera suficiente, llenamos sus
habitaciones de libros, dispositivos y juguetes. De hecho, se estima que los niños
occidentales tienen, como media, 150 juguetes. Es demasiado, y cuando es
demasiado, los niños se sienten abrumados. Como resultado, juegan de manera
superficial, pierden el interés fácilmente por los juguetes y por su entorno y
no desarrollan su imaginación.
Por eso, Payne afirma que los cuatro pilares del
exceso sobre los cuales se erige la educación actual de los niños son:
1. Demasiadas cosas
2. Demasiadas opciones
3. Demasiada información
4. Demasiada velocidad
Cuando los niños son abrumados de esta forma, no
tienen tiempo para explorar, reflexionar y liberar las tensiones cotidianas.
Demasiadas opciones terminan erosionando su libertad y les roba la oportunidad
de aburrirse, que es fundamental para estimular la creatividad y el aprendizaje
por descubrimiento.
Poco a poco, la sociedad ha ido erosionando la
maravilla que implica la infancia, hasta tal punto que algunos psicólogos se
refieren a este fenómeno como “la guerra contra la infancia”. Basta pensar que
en las dos últimas décadas los niños han perdido una media de 12 horas
semanales de tiempo libre. Incluso los colegios y las guarderías han asumido
una orientación más académica.
Sin embargo, un estudio realizado en la Universidad de Texas
ha desvelado que cuando los niños juegan deportes bien estructurados se
convierten en adultos menos creativos, en comparación con los pequeños que han
tenido mucho tiempo libre para jugar. De hecho, los psicólogos han notado que
la forma de jugar moderna genera ansiedad y depresión. Obviamente, no se
trata solo del juego más o menos estructurado sino también de la falta de
tiempo.
Simplificar la infancia
La mejor manera de proteger la infancia de los
niños es decir “no” a las pautas que la sociedad pretende imponer. Se trata de
dejar que los niños sean simplemente eso, niños. La vía para proteger el
equilibrio mental y emocional de los niños consiste en educar en la
simplicidad. Para lograrlo es necesario:
- No atiborrarles de actividades extraescolares
que, a la larga, probablemente no le servirán de mucho.
- Dejarles tiempo libre para que jueguen,
preferentemente con otros pequeños o con juguetes que puedan estimular su
creatividad, no con juegos estructurados.
- Pasar tiempo de calidad con ellos, es el mejor
regalo que pueden hacerles los padres.
- Crear un espacio de tranquilidad en sus vidas
donde puedan refugiarse del caos cotidiano y aliviar el estrés.
- Asegurarse de que duermen lo suficiente y
descansan.
- Reducir la cantidad de información, asegurándose de que esta sea comprensible y adecuada a su edad, lo cual implica hacer un uso más racional de la tecnología.
- Reducir la cantidad de información, asegurándose de que esta sea comprensible y adecuada a su edad, lo cual implica hacer un uso más racional de la tecnología.
- Simplificar su entorno, apostando por menos
juguetes y cerciorándose de que estos estimulan realmente su fantasía.
- Disminuir las expectativas sobre su desempeño,
dejándoles que sean simplemente niños.
Recuerda que los niños tienen toda la vida por delante para ser adultos, mientras tanto, deja que sean niños y disfruten de su infancia. “
Recuerda que los niños tienen toda la vida por delante para ser adultos, mientras tanto, deja que sean niños y disfruten de su infancia. “
Fuentes:
Bowers,
M. T. et. Al. (2014) Assessing the Relationship Between Youth Sport
Participation Settings and Creativity in Adulthood.Creativity Research
Journal; 26(3): 314-327.
Payne,
K.J. (2009). Simplicity Parenting. New York: Ballantine Books.
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