........NADA REAL PUEDE SER AMENAZADO, NADA IRREAL EXISTE Y EN ESTO LLEGA EL AMOR....

14/8/09

IMPERSONALIDAD Y DIVINA INDIFERENCIA

En estos días tengo la suerte de vivir y sobre todo de sentirme vivo. Sigo aprendiendo , ayer me decían que tengo mirada de sorprendido y siiiiii, quiero sorprenderme cada segundo. Estamos aprendiendo y estoy en ese camino de la IMPERSONALIDAD ... Doy gracias todo el tiempo... gracias...

Más allá de la personalidad no hay dolor, no hay sufrimiento porque no hay resistencia espiritual y la no resistencia espiritual es lo que llamamos divina indiferencia.

Nosotros somos un plan, somos un programa, somos una pauta de evolución y de creación. En ese sentido nosotros somos un patrón, ese patrón espiritual que vive en nosotros se refleja sobre la materia. La materia es como un espejo, en el cual se está reflejando nuestra realidad.
Nuestro cuerpo, nuestras emociones, mente y personalidad, no es sino el mundo de la apariencia, es el espejo y el vehículo. Ese vehículo es habitado por un ser espiritual, ese ser espiritual se caracteriza por la divina indiferencia; porque ese ser espiritual solamente resuena con el plan de la creación, con el programa, con el patrón de organización. Nosotros somos un patrón de organización del creador. Somos una idea reiterada en nuestro propio patrón que llamamos el alma, por el creador. Somos a imagen y semejanza del creador, en ese sentido somos una parte del creador, un componente del creador, parte importante del programa de la creación; no lo es nuestro cuerpo, no lo es nuestra personalidad, allí simplemente se refleja. Pero cuando nosotros nos apegamos y nos identificamos con el reflejo, nos olvidamos de nuestra esencia. Entonces no podemos practicar la divina indiferencia.
Cuando nosotros no nos comprometemos, no nos conmovemos, no practicamos la divina indiferencia. La divina indiferencia nada tiene que ver con la inmutabilidad, con la irresponsabilidad o con la falta de compromiso. La divina indiferencia tiene que ver con el compromiso total con el alma que hay en el otro. Esa indiferencia se manifiesta a través de la inocencia.
Nosotros partimos de la inocencia inconsciente. Cuando somos niños somos fluidos, espontáneos, somos inocentes porque no sabemos que somos inocentes, porque no sabemos que somos niños, ni que es ser niño, ni que es ser hombre. Pero llega un punto en que el hombre madura y habiendo partido de la inocencia inconsciente llega a la inocencia consciente. Pues bien, la consciente inocencia del hombre que ha madurado a su realidad espiritual, es lo que llamamos la divina indiferencia. Cuando uno es inocente se deja tocar, cuando uno es inocente no existe malicia, no existe expectativa, juicio, culpa, apego ni aversión; simplemente existe el fluir del ser.

La indiferencia es permitir que el ser fluya sin que se identifique con el no ser. Cuando somos indiferentes al no ser, nos identificamos con el ser que ya somos.
La personalidad sufre porque lucha, porque se resiste, porque huye, porque no asimila la lección de las cosas, pero aquí estamos dando un paso más allá de la no resistencia; esta es una no resistencia espiritual, estamos dando un paso más allá siendo indiferentes a nosotros. Frecuentemente estamos muy conmovidos porque nos duele, entonces no vemos la lección de amor que hay detrás del dolor. Frecuentemente estamos conmovidos porque nos enfermamos pero no sabemos que el alma no se enferma, lo que se enferma es el cuerpo y nos identificamos de tal manera con la enfermedad que nos quedamos anclados al dolor y a la enfermedad. Frecuentemente estamos conmovidos porque nos sentimos víctimas del mundo y nos identificamos de tal manera con el ser víctimas, sin saber que el alma nunca es víctima. El alma es la conciencia que en nosotros refleja la esencia del creador. El alma en nosotros es la potencialidad perfecta, el alma refleja el ser perfecto que ya somos.
Al ser indiferentes a la personalidad conquistamos la plena comunión, la cual se conquista desde la indiferencia. Si yo soy indiferente a lo que en ti me hiere y aprendo la lección de tu comportamiento y aprendo la lección de mi dolor revelando el amor y la luz que ellos escondían; entonces la relación se vuelve comunión. Nosotros siempre condicionamos la relación. Yo me relaciono contigo si tu estas bien, si tu no me agredes, si tu me quieres, si tu me escuchas, pero en la divina indiferencia yo me relaciono contigo porque tu eres chispa divina como yo, porque tu eres parte de mi misma esencia .
Cuando yo te puedo ver con los ojos del alma, estoy practicando la divina indiferencia. La divina indiferencia es la condición de la hermandad. La hermandad genuina es una hermandad del alma, la cual se descubre cuando a mi no me importa para donde vienes ni para dónde vas, porque estamos los dos en presente y este presente infinito se vuelve una eternidad cuando logramos comulgar; lo que a mi me importa es tu esencia.
Yo no estoy comprometido con tus dolores, con tus culpas, con tus arrepentimientos o con tus pequeños dramas, yo estoy comprometido con la lección de tu vida y entiendo a través de la divina indiferencia que cuanto más pobre estas afuera y más te lamentas de tu pobreza, más posibilidad de conquistar la riqueza interior tienes. Que cuando más dolor tienes afuera posiblemente más cerca estés del núcleo de fuego del alma. Que cuando tu apariencia es más humilde, más riqueza posiblemente albergas en tu interior.
Practicar la divina indiferencia es el arte de ser sensible a lo esencial, es el arte de ser sensible a lo que tiene sentido.
Hay muchas vías para encontrar a Dios. No importa el camino, lo que importa es el sentido de aquello que haces. Y el sentido de aquello que haces es que a través del camino estas descubriendo que Dios esta en tu corazón. Cuando descubres que más allá de las diferencias se afirman las semejanzas, que aquello que nos dividía es precisamente lo que nos une, que nuestra diversidad es producida por nuestra unidad esencial y esa unidad esencial esta dada porque somos materia prima divina; entonces yo me vuelvo indiferente a la metodología que tu escogiste para escuchar a Dios. Entonces la personalidad tiene muchos caminos pero la meta es igual. Vale la pena vivir cuando la vida tiene sentido. Cuando tenemos sentido, estamos infinitamente ricos.
El camino del sentido independientemente de lo que tengamos afuera es nuestra inocencia interior, la inocencia consciente del interior es la apoteosis de la humildad y la fluidez. La inocencia es el camino de Dios. Cuando Cristo dijo: " dejad que los niños vengan a mi, porque de ellos es el reino de los cielos", se esta refiriendo no al niño, no a la edad física, se esta refiriendo a la edad de la inocencia, que es la edad de la madurez y de la fluidez, que no es otra cosa que la edad de la indiferencia o sea el compromiso total con la esencia y que llamamos divina indiferencia.
Y todo lo resume Don Mauro con una sonrisa... no te lo pierdas



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