Había una vez, en la antigua India, un anciano
retirado que viajaba con sus dos maletas desde Delhi hasta su pueblo natal en
el interior del país. Cuando llegó a la estación de trenes hacía muchísimo
calor, era mediodía. Bajó del tren e inmediatamente bebió un trago de agua
fresca de la fuente. Había muchísimas personas en el andén, toda una vida en
aquel lugar y recordó tiempos de la infancia. Llevaba dos pesadas maletas, así
que preguntó al jefe de estación dónde estaba el encargado de transportarlas.
El jefe de estación le contestó: “Yassim, sí, está allí al otro lado del andén,
debajo de aquel árbol”.
El muchacho abrió un ojo y le contestó: “Sí, señor, ¿qué se le ofrece?”.
“¿Cómo que qué se me ofrece? El tren acaba de llegar de Delhi y usted no está en el andén”.
Yassim levantó otra vez la mirada y le dijo: “¿Y para qué?”.
“¿Cómo que y para qué?”, le contestó el anciano. “Si usted está en el andén puede llevar más maletas”.
Yassim sin abrir los ojos le dijo de nuevo: “¿Y
para qué?”
“¿Cómo que y para qué?”, le volvió a contestar. “Si usted lleva más maletas, tendrá cada vez más dinero y podrá comprar un carro para llevar también paquetes y ganar así mucho más dinero”.
“¿Cómo que y para qué?”, le volvió a contestar. “Si usted lleva más maletas, tendrá cada vez más dinero y podrá comprar un carro para llevar también paquetes y ganar así mucho más dinero”.
Yassim con toda tranquilidad le volvió a
contestar: “¿Y para qué?”.
El anciano ya muy nervioso le contestó: “¿Cómo y para qué? Si usted gana más y más dinero algún día puede tener una empresa de transportes y mucha gente trabajando para usted, y entonces algún día podrá tener muchísimo dinero”.
El anciano ya muy nervioso le contestó: “¿Cómo y para qué? Si usted gana más y más dinero algún día puede tener una empresa de transportes y mucha gente trabajando para usted, y entonces algún día podrá tener muchísimo dinero”.
Yassim siguió con los ojos cerrados y dijo: “¿Y
para qué?”. El hombre armándose de paciencia le contesto: “Para que así ya
cuando usted sea muy mayor, tenga tanto dinero que no tenga necesidad de trabajar
y pueda ser muy, muy feliz y estar en paz”.
Yassim levantó la mirada con una sonrisa y le
dijo: “¿Y usted cómo cree que estoy ahora sino feliz y en paz?“
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