Cuenta una leyenda que un cargador de
agua en un pueblo de África, tenía dos grandes vasijas las cuales colgaba en
los extremos de un palo que cargaba en sus hombros.
Una de las dos vasijas estaba en
perfecto estado de conservación y llegaba con toda el agua; la otra tenía
algunas grietas y por el camino perdía el preciado contenido, así que a lo
largo de todo el sendero a pie desde el arroyo hasta el pueblo, el aguador
llegaba con una vasija llena y la otra a la mitad.
Durante años esa fue su actividad casi
diaria. Desde luego la vasija intacta estaba muy contenta y orgullosa de sus
logros pues se sentía perfecta para lo que había sido creada, llevaba la vida
del agua a las personas del pueblo. Pero la vasija agrietada estaba avergonzada
y se sentía miserable por su imperfección ya que sólo hacía la mitad de su
trabajo, no portaba vida sino que la dejaba escapar.
Después de unos años la vasija
agrietada le habló al aguador diciendo:
- Me quiero disculpar contigo porque
debido a mis fallos sólo llegas con la mitad del agua.
El hombre le dijo apaciblemente:
- Cuando regresemos al pueblo, quiero
que observes el sendero que recorremos cada día, y te fijes en tu lado del camino
La tinaja hizo lo que le pidió su
dueño pero estaba tan deprimida o distraída, que no observó nada en especial y
seguía sintiéndose culpable porque sólo conseguía llevar la mitad del agua al
pueblo. Entonces el hombre le replicó:
- ¿Has visto las flores que sólo
crecen en tu lado del camino? Siempre he visto tus grietas y quise sacar todo
lo positivo de ellas, así que sembré semillas de flores a lo largo de nuestro
camino que diariamente has regado gracias a tu imperfección. Así cada cierto
tiempo he podido recoger flores que han hecho sonreír a muchas personas. Si no
fueras exactamente como eres, con todos tus defectos, no hubiera sido posible
crear esta belleza, no hubieras llevado vida en forma de flores a tantas
personas del pueblo.
Del libro el arte de meditar.
Ahoravive
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